martes, 13 de julio de 2010

LECCIÓN 3- PARÁBOLA DEL CIEGO QUE GUIA A OTRO CIEGO


Rafael era un niño que pensaba ser el más importante de entre todos los niños de la EBI. El tenía una hermana muy inteligente llamada Taty.
Una mañana de domingo, Taty, Rafael y su mejor amigo, Leandro, estaban esperando que comenzara la clase en la E.B.I. De repente, Leandro vio que sobre la mesa estaba una bolsa llena de dulces deliciosos. El niño no lo pensó dos veces y rápido agarro la bolsa. Cuando Leandro estaba por abrir el primer dulce, Rafael lo reprendido diciéndole que esa actitud era equivocada porque no se debía agarrar las cosas de los demás. Muy avergonzado, el niño puso de regreso la bolsa sobre la mesa.
Más tarde, ese mismo día, Leandro estaba jugando en la casa de Rafael. Durante el juego, decidieron ir a comprar un helado pero como no tenían dinero, Rafael tomó la cartera de su padre y comenzó a buscar unas monedas. Leandro quedo sorprendido por la actitud de su amigo y le dijo:
- “No lo hagas, sin antes preguntarle a tu padre”.
El niño no le hizo caso a las palabras de su amigo. El pensó que no habría ningún problema, pues era la billetera de su padre, y como era poco dinero, nunca lo descubrirían.
Taty se aproximo a los dos y dijo:
- “Rafael, estás equivocado. ¡Esta mañana regañaste a Leandro por causa de una actitud similar, y ahora tú estás haciendo lo mismo!"
Rafael inmediatamente regreso el dinero en la billetera y le dijo:
- “Lo siento, Taty, de verdad que estoy equivocado. Nunca voy a hacer eso.”
Esta historia nos recuerda de algo muy importante que Jesús enseñó. Una vez El dijo que un ciego no puede guiar a otro ciego, porque los dos se irían a caer un hoyo.
Jesús dio este ejemplo para enseñarnos que una persona no puede estar corregir los errores de los demás si el comete los mismos errores. Los que actúan de esta forma son falsos, y Dios no se complace de la falsedad.
Dios no se complace con las persona que tiene la mala costumbre de señalar las faltas de los demás, creyéndose ser perfecta, cuando en verdad comete los mismos errores. Esto es, falsedad. Jesús nos enseñó que primero debemos corregir nuestros errores y después enseñarle a otros.

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