En cierta ciudad vivía un juez que era conocido por ser un hombre muy deshonesto y perverso, porque no respetaba a nadie, ni siquiera a Dios. La gente iba a él para pedirle una solución a sus causas, porque él era el responsable de juzgar los casos y resolverlos.
Sin embargo, como él era injusto, siempre despreciaba a los más pobres. Un día, una viuda fue al hombre y le dijo:
- ¡Juez, juzga mi causa contra mi adversario!
¿Niños saben lo que el juez hizo? No le hizo caso a la mujer. Ese día la mujer regreso a casa sin ninguna respuesta. Pero, pensando con ella misma, dijo:
- Volveré mañana y el tendrá que atenderme.
Esa mujer no tenía a nadie que pudiera ayudarla, su marido había muerto y sólo aquel juez podría resolver la situación en la cual ella estaba viviendo. Al día siguiente, ella estaba otra vez tocando en la puerta del juez deshonesto. Y una vez más, la viuda recibió un .no. como respuesta.
Niños, por la segunda vez la viuda recibió un .no., ¿será que ella desistió? ¡No, no! Cuanto más él la despreciaba, más ella perseveraba, porque creía que un día sería contestada. Hasta que un día... El juez estaba muy molesto con la insistencia y pensó:
- Si yo no atiendo a esta viuda, ella me seguirá molestando y nunca va a desistir.
¡Ah, niños! En un día bonito, no soportando mas la insistencia de la viuda, el decidió responderla y juzgo su causa. ¡Viva! El problema de la viuda fue resuelto. La insistencia de la mujer trajo resultados.
¿Sabes quién contó esta historia por primera vez? El Señor Jesús, ¡eso es! Les dijo esta parábola a sus discípulos para qué seguirán el ejemplo de la perseverancia de la mujer.
- ¡Juez, juzga mi causa contra mi adversario!
¿Niños saben lo que el juez hizo? No le hizo caso a la mujer. Ese día la mujer regreso a casa sin ninguna respuesta. Pero, pensando con ella misma, dijo:
- Volveré mañana y el tendrá que atenderme.
Esa mujer no tenía a nadie que pudiera ayudarla, su marido había muerto y sólo aquel juez podría resolver la situación en la cual ella estaba viviendo. Al día siguiente, ella estaba otra vez tocando en la puerta del juez deshonesto. Y una vez más, la viuda recibió un .no. como respuesta.
Niños, por la segunda vez la viuda recibió un .no., ¿será que ella desistió? ¡No, no! Cuanto más él la despreciaba, más ella perseveraba, porque creía que un día sería contestada. Hasta que un día... El juez estaba muy molesto con la insistencia y pensó:
- Si yo no atiendo a esta viuda, ella me seguirá molestando y nunca va a desistir.
¡Ah, niños! En un día bonito, no soportando mas la insistencia de la viuda, el decidió responderla y juzgo su causa. ¡Viva! El problema de la viuda fue resuelto. La insistencia de la mujer trajo resultados.
¿Sabes quién contó esta historia por primera vez? El Señor Jesús, ¡eso es! Les dijo esta parábola a sus discípulos para qué seguirán el ejemplo de la perseverancia de la mujer.
Conclusión:
Así como el juez contesto aquella viuda por su insistencia, Dios también nos contesta cuando nosotros perseveramos. A veces parece que Dios está tardando en contestarnos, pero Él sabe lo que necesitamos y escucha todas las oraciones que hacemos en la fe. La mujer no se quedo preocupada por no saber cuándo sería contestada, ella estaba segura que recibiría la Victoria.
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