lunes, 11 de octubre de 2010

Lección 2 - La luz y la oscuridad


Ricardo tenía 9 años, era travieso, mal educado, y por eso siempre se envolvía en confusiones… ¿Saben por qué? Porque le gustaba comentar de los demás, observaba la ropa los calzados de los amiguitos de la escuela, se reía de la apariencia de los gorditos, los flacos y de los bajitos también. Todo era motivo para reírse y burlarse de los demás. Si alguien usaba anteojos, él luego le ponía un sobrenombre. Ni los profesores escapaban de sus juegos.
Pero, un día, aquellos juegos fueron muy lejos y Ricardo terminó perjudicándose. Lo que ocurrió fue que un alumno nuevo llegó en su clase. La familia de aquel niño era muy simple y era muy necesitada. Al ver al nuevo alumno usando una zapatilla rota y el uniforme viejo, Ricardo empezó a burlarse del niño y el niño comenzó a llorar. Entonces la clase se puso muy decepcionada con aquella actitud y pararon de hablar con Ricardo: terminó quedándose solo, pues en la clase nadie quería más sentarse a su lado, y en los recreos, sus amigos no lo llamaban más para que juegue.
Después de algunos días, Ricardo pensó que la clase había olvidándose de lo que él había hecho y se aproximó para jugar, pero nadie habló con él. Ricardo se puso muy triste. Hasta que Marcos, un niño de su clase, empezó a conversar con él. Marcos era muy obediente y frecuentaba a la EBI. Él sabía que el comportamiento de Ricardo desagradaba a Dios y, por eso, resolvió enseñarle.
Marcos le dijo que había aprendido en la EBI que los ojos podrían ser comparados a una lámpara, pues si el mirase a las personas sin darse cuenta de sus defectos, entonces él tendría la luz de Dios dentro de él; pero si continuase teniendo malos ojos, su cuerpo estaría en la oscuridad y continuaría solito, sin ningún amigo. Ricardo le gustó oír aquellas palabras y se puso contento, pues su amigo le estaba enseñando algo muy importante, por eso decidió que a partir de aquel día sería un buen niño así como Marcos. Él resolvió ir también a la EBI, pues quería cambiar su comportamiento.
Cuando los ojos son buenos, tenemos luz de Dios adentro de nosotros y todos desean quedarse de nuestro lado. Pero, cuando nuestros ojos son malos, quedamos en la oscuridad, o sea, sin Jesús junto de nosotros y tomando actitudes que entristecen a las personas.
Nosotros debemos tener buenos ojos para ver las cualidades de las buenas actitudes de las personas, pues todas son importantes para Dios. Los ojos malos solo nos hacen ver los defectos de los demás y por eso no agrada a Dios.

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