jueves, 28 de julio de 2011

Historia: Eliseo y la viuda

Un hombre, discípulo de los profetas, murió y dejó a su mujer y dos hijos. Este representaba a Dios y Lo servía con amor y obediencia, y las personas reconocían que él era de Dios.
Ocurrió que después que murió, un prestamista buscó la viuda de él y dijo:
- Su marido murió y dejo una deuda, y yo quiero recibir mi dinero; Volveré después y, si usted no me lo paga, llevaré sus dos hijos para que sean mis esclavos.
¡Pobre mujer! ¿No es cierto? De perder el marido, perdería sus hijos si no consiguiese pagar aquella deuda. Sin condiciones para resolver la situación, la viuda fue a pedir ayuda al profeta Eliseo y dijo:
- Tu siervo, mi marido, murió... Ahora vino un prestamista que está queriendo llevar mis dos hijos como esclavos. Y Eliseo preguntó lo que ella tenía en casa.
- No tengo nada, solo una botella de aceite, respondió la mujer.
Entonces Eliseo dijo a la viuda a que pida emprestado de los vecinos muchas vasijas y, después que volviese para su cada con sus hijos, ella debería derramar el aceite en las vasijas.
La mujer obedeció a los enseñamientos del profeta Eliseo, y salió pidiendo vasijas a todos sus vecinos. Cuando llegó en su casa con sus hijos, comenzó a llenar las vasijas. Los hijos le entregaban y ella las llenaba, hasta que ella dijo:
- Tráeme otra vasija. Pero no había más ninguna vasija y, en aquel momento, el aceite paro de multiplicarse.
Después de eso la viuda fue hasta el profeta Eliseo y le contó todo lo que había ocurrido. ¿Amiguitos, lo que ella haría con tanto aceite? (Espere al participación). Eliseo le dijo a la viuda para que venda el aceite y que pague la deuda. ¿Niños saben lo que ocurrió? Mismo después de haber pagado la deuda, la viuda se quedó con mucho dinero, pero mucho dinero, que daría para vivir tranquila con sus hijos.
Dios no dejo que aquella mujer fuese avergonzada y que pasase por necesidad; por lo contrario, Él se manifestó cuando ella obedeció al profeta.
Dios prometió la bendición para Sus siervos, como está escrito en el Salmo 23: “SEÑOR es mi pastor; nada me faltará’. Por eso, a partir de aquel día, nada faltó a aquella familia.

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