lunes, 18 de octubre de 2010

Lección 3 - La parábola de la linterna


¿Quién se acuerda de Ricardo? Aquel niño peleón y mal educado de quien hablamos semana pasada. ¿Lo qué será que le ocurrió a él? Bien, Ricardo comenzó a frecuentar a la EBI con su amigo Marcos. Al principio, él se quedó un poco tímido, pues nunca había ido a una iglesia. Él ni parecía ser aquel niño travieso que hacia lio en la escuela. Después de algunos días, él se acostumbró con la EBI y allí aprendió a orar y oía bien atento las historias bíblicas que eran enseñadas.
A los pocos, las actitudes y el comportamiento de Ricardo fueron cambiando. Él paró de hablar de los defectos de las personas, no ponía más sobrenombres a nadie ni se quedaba riendo de todo el mundo. En vez de hacer esto, él oraba por sus amigos, pues deseaba que todos estuviesen en la misma alegría que él tenía.
Ocurrió que, cierto día, Ricardo estaba conversando con Marcos en el patio de la escuela cuando, de repente, los otros niños lo invitaron a participar del juego. Antes, por causa de su mal comportamiento, nadie quería quedarse cerca de él; ahora era diferente, todos querían aproximarse al niño, pues veían que él había cambiado de verdad. Hasta sus padres se dieron cuenta de la diferencia y se convirtieron entregando la vida a Jesús. Adonde el niño iba, las personas comentaban sobre él.
Viendo todo esto, Ricardo preguntó a la tía como sus familiares y sus amigos se dieron cuenta de su cambio. Ella respondió que lo que le estaba ocurriendo a él es o que está escrito en la Biblia, pues nadie asciende una lámpara o una vela y la coloca debajo de una cama, la coloca en un lugar bien alto para iluminar la casa y, así todos pueden ser iluminados por la luz de aquella lámpara.
Y explicó que todos estaban viendo la luz de Dios en su vida porque ahora Jesús habitaba en su corazón.
Cuando permitimos que Jesús habite en nuestro corazón, pasamos a tener la luz e Dios. Y la oscuridad, que es la desobediencia, las mentiras, las peleas, las confusiones, las palabrotas… Se acaban, y nos tornamos una persona diferente.
¿Quién de aquí desea tener la luz de Dios consigo mismo iluminando a todos a su alrededor? Basta dejar Jesús vivir en el corazón y hacer su voluntad.

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