martes, 26 de octubre de 2010

Lección 4 - Como se debe dar donativos


Priscila vivía en una linda casa y tenía muchas ropas, zapatos, juguetes, todo de bueno y de los mejor. Sus padres eran fieles a Dios y por eso había prosperidad en aquella casa. Ella era amable y muy útil, pero tenía una manía muy fea, pues cuando ayudaba a algún necesitado, comentaba con todos lo que había hecho solo para ser elogiada.
¿Imaginen a alguien comentando todo el tiempo aquello que ha hecho? ¿La impresión que deja es que esta persona quiere llamar la atención no es cierto? Así era con Priscila. Un día, en el barrio que ella vivía, hubo una grande recaudación para los necesitados. Al saber de esto, ella corrió a la casa y avisó a su madre. Entonces las dos fueron hasta el cuarto y comenzaron a escoger algunas ropas, zapatos, juguetes, cubiertas, libros… La doña María, la mamá de Priscila, ordenó todo y entregó para la donación. Priscila estaba satisfecha en poder ayudar al prójimo.
Algunos días después, ella jugaba con sus amigas cuando se dio cuenta que una niña estaba vestida con una de sus ropas que había donado. Entonces ella, llamando a la niña, dijo: ―¿Están viendo esas ropas y sandalias? Eran mías, y las doné y seguro que se la dieron a esa niña porque lo necesita más que yo‖.
¿Saben lo que ocurrió? La niña se quedó con vergüenza y luego salió de allí. Priscila se sentía muy importante y contaba en voz alta sobre las muchas veces que ayudó a los demás, y ni se dio cuenta que su padre estaba observando su comportamiento.
Al entrar en su casa, el señor Víctor, el padre de Priscila, le dijo que ese comportamiento no está correcto, y le contó que está escrito en la Biblia lo siguiente: "Cuando damos alguna cosa a alguna persona necesitada, no debemos quedaron contando lo que hicimos con intuición de que seamos elogiados por los demás, pero debemos hacerlo de modo que nadie sepa, para que Dios, que ve todas las cosas, pueda bendecirnos secretamente".
Después de aquella conversación, Priscila aprendió que lo más importante era ayudar a las personas con el objetivo de agradar a Dios.
Acuérdense: Siempre que ayudamos a una persona, debemos hacerlo para agradar a Dios y no que las otras personas vean y quédense elogiando.

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